domingo, 16 de mayo de 2010

EL SEVILLA SE ASEGURA LA CHAMPIONS (2-3)

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Por: Israel Garcia

El Almería no iba a regalar el encuentro, por mucho que no se jugara nada, se intuyó nada más arrancar el choque. Los locales salieron con un punto de velocidad extra y literalmente arrinconaron al equipo nervionense en los primeros compases. En el minuto 3 Piatti advertía de lo que estaba por llegar. Corona poco después la puso en el larguero de falta. El Sevilla sufría, lo pasaba mal, hasta el punto que parecía que eran los de Juanma Lillo los que se estaban jugando los cuartos. Pero en el minuto 15 apareció Kanouté, que hasta ese momento era el único que oxigenaba un poco con la salida del balón. Navas levantó la cabeza y puso un balón de oro que el malí remató con un giro de testa excepcional, colocando el cuero en la cepa del poste derecho de Esteban.

El tanto sevillista, sin embargo, fue un espejismo, porque el Almería no desanimó y continuó pegando fuerte, sobre todo por la izquierda, donde Crusat volvía loco a Stankevicius, aprovechándose de las superioridades que generaba Soriano, al volcarse a esa banda. Salvo Kanouté y Navas el equipo arriba no alzaba la voz y tanta contención se acabó pagando al filo del descuento, cuando un pase de Corona lo enganchó Soriano en la frontal para hacer las tablas.

En la reanudación el Sevilla intentó cambiar la cara a la situación, comenzó mejor y plasmó las buenas sensaciones en el marcador, con una jugada iniciada por Kanouté, continuada magníficamente por Capel, que se la puso a Navas y que el palaciego metió al meollo, donde Esteban y Chico se hicieron un lio que acabó en el 1-2. Ahora sí, el Sevilla parecía más cómodo. Controlaba la situación ciertamente el equipo, hasta que Negredo alzó la voz más de la cuenta, mucho más de la cuenta, y se fue a la calle por roja directa. Áhí comenzó la cruda penitencia.

El error del madrileño marcó el encuentro, porque el Almería se echó arriba con la superioridad y minuto a minuto rondaba el empate. El Sevilla se defendía como podía, pero la igualada era cuestión de tiempo, porque los hispalenses apenas resistían el ímpetu local. Juanma Ortiz con un disparo lejano y fulminante, a diez del final, ponía las tablas. Parecía que ahí acababa la historia. Eso parecía. Y en cierto modo el equipo se lo había buscado.

Sin embargo, fue entonces, viendo el Sevilla que se desangraba sin remedio y nadie iba a ir a su auxilio, cuando el equipo sacó chapa de grande. Antonio Álvarez sacó a Rodri por Stankevicius, era jugarse el todo por el todo. El Sevilla se volcaba sin miedo, dejando la defensa desguarnecida, en la que resistía Zokora como un auténtico jabato. Perotti bajaba a iniciar jugadas con Renato, el encuentro era una auténtica locura y todas las esperanzas se canalizaban por las arrancadas de Navas, que fue el verdadero motor del equipo a lo largo de todo el encuentro. Un centro raso del extremo pasó por las narices de todos sin que Kanouté pudiera llegar... Se le iba la vida al Sevilla de forma cruel, por su excesiva contemplación cuando iba por delante en el marcador. Y fue entonces, en el momento en el que todo se veía color negro, cuando Rodri cazó con un escorzo sensacional un balón en el aire para hacer un golazo que desató la pasión del sevillismo. El gol que todo el mundo quería cantar, el gol, en definitiva, de la casta y el coraje. El gol que abrió la puerta de las ilusiones y que consolida un poco más el proyecto del Sevilla FC con una segunda clasificación consecutiva a Liga de Campeones, tercera en tan solo cuatro años.

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